«El ingreso puede arrancar en cualquier punto de la fachada.
Recorriendo ésta puede culminar en el lado opuesto, detrás, después de cambiar el sentido de la marcha.
Antes de entrar en una construcción conviene hacer girar al visitante 180º.

Con el giro, su cuerpo se zafa del mundo exterior y sin mayor esfuerzo se predispone a ingresar en la Arquitectura». – Siete lecciones de la Robie House, para los jóvenes aprendices de Peter Behrens

… me siento extraño.
Camino por un lugar cargado de nostalgia.
Veo un árbol.
Y unas escaleras que me incitan.

Subo.

Un volumen parece descansar sobre la hierba.
Llego a un túmulo.
Hay algo en él.
Parece haber estado aquí antes que nadie.
Reposo bajo la sombra de los árboles de su alrededor.

Respiro.

Continuo, y el camino comienza a descender.
Se apaga el sol, pero se aviva entre rendijas.

Descanso.

Me siento relajado.
La calma del agua se refleja en mi cara.

Asciendo.

Poco a poco, entre escalones.
La gravedad de la luz me domina.
Me resguardo bajo cubierto.
Frente a mí, los ladrillos parecen moverse por el reflejo del agua.
Subo la mirada.
El zarandeo de las hojas me rodea.
Una brizna de aire roza mi piel.
Me aproximo al cielo.
Veo el árbol.