Sappada, como muchos otros pueblos de la geografía alpina, se extiende a lo largo del valle de este a oeste, en paralelo al río Piave, el cual nace en el propio municipio. Como la mayoría de los pueblos de montaña, está formado por una secuencia de caseríos. Estos pequeños complejos se pueden incluso hoy en día individualizar, por la existencia de distintos lugares de actividad y encuentro en cada uno de ellos, como fuentes y pequeñas iglesias, que recuerdan también la vida agrícola y la devoción religiosa de los habitantes de Sappada.

El caserío de Bach, considerado el centro del pueblo, conserva intacta la tradición constructiva alpina: las casas y edificios construidos según la antigua arquitectura en madera, galerías expuestas al sol, pequeños espacios de encuentro cotidiano, caracterizados por el cuidado del mínimo detalle. La vida de estos caseríos se articula en estos espacios, a lo largo de la calle o cerca de la iglesia o fuente.

Todas las arquitecturas se disponen en manera de garantizar el máximo asoleamiento posible. Las arquitecturas del pueblo nacen prácticamente todas con la misma tipología y se construyen con los mismos materiales. Las distintas tonalidades de la madera hablan de la historia de estos lugares, las fechas inscritas en las barandillas de las galerías recuerdan a un pasado que todavía puede respirarse. El tiempo no ha hecho mella en el carácter y el alma de estos espacios.

El edificio se inserta en el caserío de Bach, justo en el límite a partir del cual se comienza el gran salto de cota en la parte superior de Sappada. Por un lado, la relación con la escala controlada del caserío, y por otro, la relación con el valle y con las cadenas montañosas, hacen de la intervención un poderoso escenario. El nuevo complejo es un sistema formado por tres piezas arquitectónicas similares generadas mediante la misma tipología, del mismo módulo, tres arquitecturas contemporáneas y silenciosas, sentadas sobre la topografía natural. Los edificios se compactan de forma que ofrecen continuidad sobre el tejido urbano del caserío, aprovechando el salto de cota norte-sur para acoger parcialmente distintas funciones. La lírica del proyecto es sencilla y austera, realizada con cuerpos construidos sosegados, proporcionados y rigurosos. Un pequeño pueblo en el pueblo, que absorbe y revive el buen hacer de la tradición constructiva alpina, realizada con sabiduría y moderación, de continuidad y silencio.

El proyecto encuentra en estas sugerencias su máxima expresión: una arquitectura contemporánea capaz de pertenecer al paisaje, de dar continuidad al fondo teatral de los montes, y de transformarse en una preexistencia familiar para el pueblo.

Las dos nuevas fachadas a lo largo de la Via Malpa se funden en la sucesión de alzados de los caseríos del pueblo sin alterar la tonalidad existente, insertándose en la sucesión de galerías y terrazas abiertas al sur. Los dos cuerpos delanteros definen el nuevo frente sobre el caserío: el nuevo centro cívico establece el límite respecto a la calle sur, convirtiéndose en fachada urbana mientras que el centro de día para ancianos al norte, cierra la pequeña plaza generada del deslizamiento de los dos edificios; un espacio urbano recogido capaz de reconocer la preexistencia de la fuente.

La guardería se encuentra en el tercer módulo a norte, separada de los otros dos cuerpos por el amplio jardín elevado que se abre al paisaje. Las tres funciones son completamente independientes, pero a la vez, están conectadas entre ellas, y con el garaje aprovechando el salto de cota natural del lugar.