La nueva torre tiene como principal desafío responder pragmáticamente a los requerimientos funcionales para las prácticas de bomberos y al mismo tiempo, inserirse de forma delicada en un contexto urbano muy singular. Se establece una tríada entre la torre, el mercado de la Vall d’Hebron y el edificio existente de los bomberos. Su volumen la convierte inmediatamente en un hito con una fuerte presencia visual. Matizado por el carácter poroso de sus fachadas da como resultado una lectura de un mirador abierto al barrio y a la ciudad.

La propuesta, lejos de entenderse como una arquitectura cerrada, conforma un sistema modular, abierto y flexible, construido totalmente en seco. Un esqueleto estructural en el cual se incorporan un conjunto de cajas que contienen el programa. La distribución en cruz de la escalera permite múltiples posiciones de estas cajas, consiguiendo abrir o cerrar la fachada dependiendo de las necesidades