Esta propuesta parte de la base de que la ciudad, entendida como los ciudadanos, tiene el derecho irrenunciable de satisfacer su deseo de disfrutar de toda la margen de la ría que le es anexa, de vivirla, habitarla; de acercarse al borde de agua y contemplar el singular paisaje en el que naturaleza, industria e historia aportan, a partes iguales, unos indiscutibles valores. La propia pesca, como los embarcaderos de Tarsis o Río Tinto que nos hablan de minería, las marismas del Odiel o las salinas, conforman también los valores que hacen que la ciudad de Huelva sea ella.

Por otra parte, en diversos ejemplos de actuaciones en áreas portuarias europeas, comprobamos cómo, frente a la mecanicista zonificación del urbanismo moderno (de los C.I.A.M. y la Carta de Atenas) que consagraba el apartheid de los usos industriales, en aras de un ingenuo entendimiento de la funcionalidad, se tiende cada vez más a visiones más integradoras y holistas del fenómeno urbano.

Por ello, la primera estrategia adoptada para cumplir los propósitos enunciados y solventar el problema de la interposición de la Lonja entre el Parque Zafra y el Muelle, es superponer una plaza cívica sobre el conjunto de dependencias relacionadas con la Lonja, incluido el conjunto de muelles de descarga y una parte de los módulos de exportadores. Esta duplicación del frente marítimo hace posible que el disfrute de asomarse al borde del cantil se mantenga en toda la longitud del mismo. Dicha plaza se derrama en taludes, escalinatas y rampas hacia la Avenida de Hispanoamérica, configurándose por tanto como una prolongación «natural» del Parque Zafra que se erige como un promontorio para asomarse a la Ría. Sobre dicho espacio público podría instalarse un centro cívico o centro de interpretación de la Ría y la minería.

En el resto del ámbito de actuación libre de la Lonja la estrategia de maridaje combina la superposición (que es prolongación de la de la plaza sur antes vista) con la yuxtaposición articulada de espacios pesqueros y públicos.