Las márgenes del río Drava serán producto de una futura remodelación en forma de corredor verde. El nexo de unión entre los barrios de Lent y Tabor es ahora un antiguo puente monopolizado por la circulación viaria. Se hace necesario un camino para la gente.

Los coches van en línea recta, la gente no. La idea de paseo, de camino tradicional se une a la de extensión de los parques de las márgenes: que el verde invada el río. A pie o en bicicleta se puede seguir un recorrido que propone además la parada, el descanso a mitad de camino. El parque ha pasado al rio en forma de islas, los pilares de soporte del puente son ahora un lugar para quedarse.

Así el camino de la gente, con su forma sinuosa, se desarrolla a la sombra del camino de los coches: se separa para convertirse literalmente en su reflejo. En reflejo de la ciudad se convierte también la escultura de una casa impracticable en una de las islas, ironía de las formas tradicionales que invaden el entorno.

El puente, por definición una construcción que debe permitir el paso a través de un accidente geográfico, intenta esta vez convertirse en estancia más que en paso.