Esta propuesta plantea dos preguntas muy directas: cómo incorporar al máximo el edificio existente, y cómo plantear el conjunto para conseguir una interacción abierta y fluida entre todos los usos y espacios. La incorporación del edificio existente se basa en una suma de tiempos, en sobreponer viejo y nuevo para marcar un nuevo tiempo, una mezcla donde no sea tan obvio distinguir las épocas de construcción. Este tipo de edificios son un hito en el imaginario colectivo, por lo que su conservación no ha de limitarse al plano superficial de fachada, sino a todo aquello que le da sentido: estructura, fachada y cerramientos. Planteamos un espacio vertebrador dotado de cierta indefinición, un corredor a modo de calle interior que conecta la Calle Olzinelles con el fondo del edificio, de anchura generosa para no ser un espacio simplemente de distribución sino también de estancia, al cual todos los usos se van asomando en un juego de múltiples alturas. Para aumentar su potencialidad, en este espacio se incrusta una gran escalera-graderío de 2.20m de ancho, una nueva habitación dispuesta para ser ocupada con todas aquellas funciones que sus dimensiones permitan.

Por último, cabe destacar la solución del acceso al edificio: la primera crujía del viejo edificio se vacía de forjados y sólo se conserva la cubierta, resultando un patio cubierto de acceso, una continuación hacia el interior de las calles Olzinelles y Altafulla. Durante el horario de apertura del Centro las puertas de Olzinelles permanecerán abiertas y este patio cubierto será un mixto exterior-interior, que comunica directamente con el bar mediante grandes paños acristalados replegables que se abren para borrar el cerramiento. Planteamos el acceso controlado al interior desde el patio cubierto, justo en la llegada de la escalera-graderío, justo debajo de una quíntuple altura libre rematada por un lucernario de vidrios tintados que hacia el exterior, en la fachada, marcan esa suma de tiempos, la construcción nueva sobrepuesta a la vieja.