Tal vez solo desde el vacío se puede mirar al infinito.

Quizá encontramos esa sensación de infinito en aquellos espacios donde nuestra mirada se pierde, sin obstáculos ni perturbaciones. En ese sentido hemos concebido el mirador, un muro para apoyar la espalda y perder la mirada en el no limitado horizonte marítimo, en esa horizontal que no indica un final sino un “más allá”.

En la planta superior una ligera rotación nos invita a cambiar de perspectiva y verter nuestra mi- rada sobre el cúmulo de hechos históricos ocurridos en aquel espacio, imaginar las vidas de los frailes Carmelitas que eligieron aquel lugar y lo bautizaron como Santo Desierto, la construcción del monasterio y las fuerzas naturales que en breve lo destruyeron. Podemos remontarnos casi 3000 años y pensar en su reflejo al otro lado del mar, en el monte Carmelo, donde Elias inauguró un movimiento de eremitas en esos “desiertos” a la vez “jardines de árboles”.

El mirador se estructura en un muro de hormigón que ofrece la vista al horizonte marítimo, sobre él se superpone un cuadrado con una ligera rotación respecto al muro inferior invitando a la contemplación de las ruinas del primer monasterio. Contra el muro se dispone un banco donde sentarse, realizado con el mismo material. Desde la planta superior se baja por una escalera entre los dos elementos, un tercer elemento que hace de protección queda recubierto con cerámica blanca esmaltada que nos recuerda la importancia estética y económica que ha tenido este material en la zona.