Juan de Villanueva proyectó un canal que obviase el Delta del Ebro y su desembocadura, insegura y peligrosa por las corrientes y los piratas, conectando el río con el mar en la ciudad de nueva planta de Sant Carles de la Ràpita. Proyectar el Paseo del Río obliga a reflexionar sobre la línea de costa actual de la ciudad de Amposta, que modifica la construida por Villanueva, consistente en una dársena que controlaba la entrada del canal y en un muelle sobre el río, realizados en piedra.

La línea de costa actual es un claro ejemplo de urbanismo incremental, un crecimiento descontrolado que ha ido ganando terreno al río mediante plataformas de relleno que la ciudad nunca ha sabido digerir del todo, quedando convertidas en una tierra de nadie tapizada de asfalto demasiado extensa incluso para contener los coches que aparcan allí descontroladamente, alejando el muelle actual de una ciudad ahora demasiado lejos del agua.

Nuestra propuesta consistía en recuperar la línea de costa propuesta por Villanueva, recuperando así la posibilidad de volver a conectar el canal (todavía existente) con el río, manteniendo las líneas de flujo peatonal actuales, reconduciendo el tráfico para revitalizar el espacio y, finalmente, construir un pequeño equipamiento que atrajese al público hasta la zona. El sótano de la intervención (en realidad a cota del agua) quedaba convertido en un aparcamiento suficiente para absorber el volumen de coches aparcado allí.

El nuevo muelle quedaba apartado de la ciudad, en una isla artificial producida mediante el reciclaje (una simple recolocación de unos pocos metros) del material de relleno que allí se encuentra. El espacio entre esta isla y la línea del muelle recuperada se colonizaba con plantas autóctonas que ayudaban a filtrar el agua y a recuperar la fauna.

El Paseo se concebía en varias fases de intervención, y se podía prolongar bajo el puente colgante existente hasta enlazar con lo que queda del Camino de Sirga sobre el que escribió Jesús Moncada.